Comienzos de marzo de 2006. El escritor Germán Marín tiene un papel
en sus manos. Lo acaba de encontrar entre unas carpetas viejas. Lo
observa con detención. Es una carta manuscrita que se titula TARZÁN HA
MUERTO LA LUCHA CONTINÚA. Las últimas líneas terminan con un
“AAA000000000, Ciudad de Méjico, Jane Porter, Hortensia de las selvas”.
Sí. Firma la novia de Tarzán. De pronto reconoce la letra: es de Enrique
Lihn, el poeta. Marín abre los ojos: es un texto inédito.
Germán Marín -editor de “El Circo en llamas” (1997), una compilación
de artículos críticos de Lihn-, intenta recordar el origen del
manuscrito. De pronto se acuerda de algo, pero vagamente: cree que una
vez, en Santiago, hubo un homenaje a Johnny Weissmuller, el actor que
protagonizó Tarzán y que murió en 1984 en un hospital siquiátrico de
Acapulco gritando AAAOOOOOOOOO y aún creyéndose el rey de los monos.
Pero el escritor no está seguro.
Marín envía el texto a The Clinic. El manuscrito es raro e
interesante. Pero hay que presentarlo. La solución: acompañarlo con una
bajada que a principios de marzo decía así: “El escritor Germán Marín
encontró en una vieja y empolvada carpeta este texto de Enrique Lihn, un
manuscrito inédito donde el poeta le escribe a Tarzán. Del contexto de
la pieza no se acuerda. Pero es una curiosidad. Acá va”.
No era suficiente. ¿Por qué Lihn escribiría de Tarzán? La publicación
se pospuso hasta hablar de nuevo con Marín: “No me acuerdo. Ya les dije
todo lo que sé”, respondió. Pero arrojó una pista: un hombre apodado el
Mago Vera y que vive en un edificio “al final de la Alameda”, sabía del
homenaje. Y dio el nombre de alguien que conocía su teléfono. De ese
llamado sólo surgió una pequeña señal: el edificio estaba cerca del
Diego Portales, era café claro y el portero sabría perfectamente por
quién se preguntaba.
Hasta ahí, el único dato que ligaba a Lihn con el hombre mono, además
del posible contacto con el Mago Vera, era un par de escuálidas líneas
en internet que hacían referencia al happening de Lihn “Adiós a Tarzán”,
de 1984. Algo era, pero no daba para contar una historia.
El poeta, además, hizo varios happening en los ’80, como El Paseo
Ahumada, El arte de la sobrevivencia, La Cena Última y sus
presentaciones como Gerard de Pompieur, su pomposo y excesivo caballero
del siglo XlX que le encantaba interpretar. LLegar a la hebra del
manuscrito se volvía casi tan engorroso como encontrar a un hombre en el
corazón de Santiago. Pero tampoco imposible: mal que mal el sector del
Mago Vera no era tanto más que el área de Plaza Italia.
Es mediados de marzo de 2006. Casi al final de la Alameda hay un
edificio café claro. Y lúgubre: sus pasillos evocan al hotel de El
Resplandor y más parecen un sitio de suceso que un condominio.
El portero confirma: “Sí, acá vive el señor Vera”. Hay vida detrás de
su puerta, la única sin número del piso. Vida y bulla. También
expectativas: si el Mago habla, la bajada de cinco líneas tiene claras
posibilidades de triplicarse en espacio. Pero depender de alguien a
quien le dicen Mago puede tener sus riesgos.
De pronto, por la puerta se asoma una cabeza. Es canosa y con barba.
Luego su dueño se deja ver casi de cuerpo entero. Pero sólo casi: una
gran tela le cubre de la cintura abajo. Es un saco de dormir. O una
cortina. Abajo lleva pantalones y pantuflas.
Son aproximadamente las 19:00 de un viernes. Es el Mago Vera.
-¿Sabe de un poema o un homenaje que Enrique Lihn hizo a Johnny Weissmuller, Tarzán?
-…
-Tenemos un texto inédito y…
-¿Tenís droga?
-No… Vengo por un poema de Lihn sobre Tarzán…
-¡Cómo se te ocurre que te voy a pedir eso!- dice soltando una carcajada que retumba en el pasillo.
Habrá estado bromeando.
El Mago -un personaje recurrente en la memoria colectiva de los ’80 y
ligado al viejo cine Normandie- se queda en silencio. Trata de
concentrarse, pero no lo logra. Repite los nombres de Weissmuller y de
Lihn. Parece entrar en un raconto, pero el ruido en su departamento -al
que llama medio en broma y medio en serio “un café sin piernas”-, lo
distrae. Sonríe levemente y dice:
-No me acuerdo. Búscame otro día, pero más tarde, porque de noche soy más entretenido.
FOJAS CERO
Mediados de marzo de 2006. Nuevamente a fojas cero, en las mismas
cinco líneas de la precaria bajada inicial. Sin información ni contexto,
un poema de Lihn sobre Tarzán parece tan rebuscado como hallar a un
tipo en la Alameda. Para mayor confusión, el texto está lleno de
señales: Jane se llama Hortensia, acaso un alcance con el nombre de la
viuda de Allende; la carta parte con la frase “desde mi exilio, yo, Jane
Porter, viuda de monsieur Tarzán de Africa”; habla de los guerrilleros
de El Salvador “que se refugian en espacios selváticos” imitando a
Tarzán y que “se ha sabido que en Chile distinguidas personalidades de
tradición republicana y de las artes y las letras han organizado
funerales simbólicos, y son muchos ya en el país que ven en él el
elemento aglutinador de todas las fuerzas y músculos de la patria
debilitada (…)”.
¿Qué pretendió Lihn con eso? ¿Acaso sepultó a Tarzán en Chile? ¿No le bastaba sólo con escribir bien?
Pero había que seguir.
Al otro lado de la línea, Cristián Warnken no quiere hablar más de la
polémica con Canal 13 Cable y su programa “La Belleza de Pensar”.
-No es por eso, es por Lihn, tu tío. Se trata un texto inédito sobre la muerte de Tarzán.
Warken responde de inmediato:
-Aló, sí. Yo estuve en el funeral de Tarzán. Su ataúd lo lanzamos al
Mapocho. Unos civiles, creo que de la CNI, nos estaban mirando. Corrimos
y lo tiramos al río. Enrique
Lihn y yo llevábamos puestas unas gorras militares. Había mucha
gente: Francisco Coloane, Jordi Lloret, Gracia Barros, Cacho Gacitúa y
su papá, el pianista Oscar Gacitúa, la Andrea Lihn, el cineasta Carlos
Flores y muchos más.
-¿Y conoces la carta Tarzán ha muerto la lucha continúa?
-No, pero recuerdo una mesa redonda en torno al ataúd, donde estaba
Enrique y varios hablamos de Tarzán. Fue en una casa de Bellavista, no
me acuerdo de quién.
Adiós al Mago Vera, por ahora.
La historia por fin comienza a armarse. Ya hay nombres suficientes como para reconstruirla: los asistentes al funeral.
ACAPULCO-TALAGANTE
22 de enero de 1984: Enrique Lihn lee en el diario que Tarzán ha muerto
el día anterior en Acapulco frente a un televisor. En su cabeza ve a
Weissmuller aullando. Antes de ser Tarzán, Johnny fue modelo de trajes
de baño y campeón mundial de natación: 1.90 de estataura, 70 kilos y
decenas de récord deportivos.
Lihn, hombre inquieto, tras la noticia se larga a trabajar. Comenta
el suceso con sus amigos, entre ellos Lloret. Y decide sepultar a
Tarzán. Es una más de esas ideas que se le vienen rápido a la mente y
que tiene que hacerlas con urgencia. No vaya a ser cosa que pase
demasiado tiempo para las exequias.
Lihn escribía todo el tiempo: poemas, artículos, obras de teatro.
También dibujaba comic. Y el verano de 1984 la idea de Tarzán convertido
en cadáver le rondaba como un fantasma. “Apenas murió Jhonny
Weissmuller, Enrique empezó a escribir sobre él”, recuerda la periodista
Claudia Donoso, en ese tiempo pareja del poeta.
-Hay que hacer algo- le dijo a Lloret.
Pero Lihn no sólo era poeta. Le gustaba pasarse de un género a otro y
hacer todo tipo de intervenciones. Esta vez sería un video, un dato
entregado por el cineasta Carlos Flores y Lloret, al preguntarles por el
texto inédito remitido por Marín. “Sí. Se llama Adiós a Tarzán. La
historia es muy buena”, contesta Lloret.
Lihn, además, inventará para el entierro un canal que estará en
cadena nacional, algo muy a la usanza en el régimen militar. El nombre:
“Canal Liana, la selva en cadena”.
Lihn convoca a amigos, conocidos y a Andrea, su única hija y una de las
dos únicas dueñas, junto a Lloret que tiene una versión Betamax, del
video VHS. No es que el poeta organice, improvisa. Se le ocurre otra
escena para grabar: un picnic con piscina. Consigue una parcela en
Talagante: quiere que el escenario sea lo más selvático posible.
-Fue como un paseo familiar, sin libreto y con disfraces. Mi papá le
daba chipe libre a la gente y todos improvisábamos- cuenta Andrea, una
de las más sorprendidas con el texto inédito de Lihn porque se ha
dedicado a compilar su obra en general.
Pero Lihn era disperso.
AVANZAR SIN TARZÁN
Es febrero de 1984. Y Carlos Flores del Pino, hoy director de la
Escuela de Cine Chile, llega junto a Juan Enrique Forch a filmar a
Talagante. Allá, docenas de artistas están disfrazados como si
estuvieran en la selva.
Lihn viste una túnica de lino blanco bordada en el pecho y habla
como un loro sobre Tarzán; muchas mujeres andan de Jane Porter; Gracia
Barros y Concepción Balmes pintan un enorme mural con un tiburón y un
cocodrilo; actores, músicos, fotógrafos, escritores y sus hijos
envuelven sus cabezas con turbantes y sombreros de cazador. Se dan
chapuzones en una piscina con musgo. Suenan tambores y a lo lejos se
mezclan los AAAOOOOOOOO de voces masculinas y femeninas.
Cámara en mano, Flores recoge testimonios sobre “¿qué opinas de
Tarzán?” en el verano de 1984, un año después de que empezaran las
protestas contra Pinochet. “¡Él que no salta es mono! ¡él que no salta
es mono!”, gritan los comensales de picnic mientras en la calle el canto
de la oposición es algo más directo: “el que no salta es momio”.
-Enrique nos embarcaba a todos. En Adiós Tarzán trabajamos sin guión.
Se trataba de improvisar. Eran cosas, en ese tiempo, sin destino. Pero
en realidad, él era capaz de dar puntadas sin hilo. Y la muerte de
Weissmuller gritando como Tarzán constituía en sí misma una experiencia
poética- dice Flores.
El mural que pintan Barros y Balmes tiene escrita una frase acuñada
por la izquierda desde los ’70, pero modificada en el sentido ad hoc:
AVANZAR SIN TARZÁN. “A él le gustaba inventar poemas puro filete y
llevarlos a la acción rápidamente.
Un día le comenté lo que había aprendido con su idea y que la cosa
también podría ser Avanzar sin Tarzán, como variante a la catastrófica
Avanzar sin Transar”, explica Lloret.
El ahora diputado PPD Patricio Hales -entonces vocero del PC- fue
otro de los extras. Vestido de cazador y con sombrero, dijo lo
siguiente: “Me entregaste Tarzán la ilusión cuando niño de que era el
hombre capaz de gobernar a los gorilas y que nunca serían los gorilas
los que gobernarían a los hombres ¡Cómo me desilusionaste! Queremos hoy
recordarte que tu enseñanza sigue en pie. Y que es el hombre el que
puede gobernar al gorila (…) Al grito tuyo ¡kriga-búndolo-mata!, que la
razón junto a la fuerza son invencibles”.
Faltaban cuatro años aún para derrocar a Pinochet. Y los mismos para que en 1988 muriera Lihn.
“Me disfracé de cazador para ir en busca de Tarzán. Enrique buscaba
hacer algo que tuviera un impacto político cultural contra la dictadura,
pero desde la cultura. Y quería a un político para darle un toque. Lihn
planteaba las cosas de una forma especial, con ideas sueltas. Y
justamente lo no estructurado era la fortaleza de su creación”, dice
Hales.
LIANA VISIÓN, SIN CENSURA
Acaba de terminar la filmación en Talagante cuando Lihn quiere seguir
con las próximas grabaciones. A esas alturas sus amigos ya han
construido un ataúd negro de cartón piedra de 5 x 2 mts, lo más grande y
ridículo posible. El cajón será transportado por Bellavista por un
grupo de hombres y mujeres disfrazados ante la atenta mirada de los
transeúntes y militares, que apenas entenderán qué hace un cajón gigante
avanzando por la Costanera.
Antes de lanzar el ataúd al Mapocho –y de intentar meterlo en una
iglesia y subirlo en una micro- una mesa redonda unirá a los invitados
en el patio de la casa de María Inés Solimano, la viuda del periodista
Luis Hernández Parker. Sobre el cajón hay frutas de la estación: cocos,
uvas, sandías y melones. Los plátanos cumplen doble función: se comen y
se usan de micrófono. Cada comensal -Hugo Marín,
Francisco Brugnoli, Cacho Gacitúa, Matilde Ladrón de Guevara,
Zañartu, Claudia Donoso, Lloret, Francisco Coloane y Warnken, entre
otros- tendrán que decir qué significa para ellos Tarzán.
-La idea era burlarse de Almorzando en el 13- dice Lloret.
Abre Lihn, el conductor, vestido con túnica y gorra militar:
-Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Está transmitiendo el
canal Liana, la selva en cadena, el único canal verdaderamente
independiente de este territorio, donde no hay ningún tipo de censura.
Tenemos autoridades que hemos decretado tales y especialistas en el tema
que nos ocupa: en Tarzán”.
El primer turno es de Coloane, a quien Lihn apura: “¡levántate hombre!”.
El escritor se para de un salto y aunque aguanta la risa, debe contestar muy serio y militarizado qué siente por Tarzán:
-¡Yo vengo de las Galápagos y soy el último grumete de la Baquedano!-
grita Coloane. Más tarde opinará, plátano en mano, que el sombrero de
uno participantes de la mesa le parece “una empanada con vino tinto”.
Poco antes, el pianista Óscar Gacitúa tocará la marcha fúnebre de
Chopin para Tarzán. Lo hará vestido con un frac, pero con el torso
desnudo y en calzoncillos. Un trío de vagabundos vestidos con harapos y
gorras militares, entre ellas una de Napoleón -el héroe de Pinochet- se
le montarán sobre el piano.
El artista Cacho Gacitúa, compañero de Lihn en todas su andanzas, recuerda los pormenores de “Adiós Tarzán”:
-Evidentemente que había una connotación política. En la escena de mi
papá en el piano, los vagabundos lo increpan. Todo gira en torno a
Tarzán, pero Tarzán ya está muerto. Son los últimos años de Lihn, donde
hizo un montón de cosas que tienen que ver con su lado más histriónico y
esperpéntico.
úLTIMA HORA: LA ESCENA FINAL
Comienzos de abril de 2006. El video está de vuelta en las manos de
Andrea Lihn y el origen del texto de Marín, prácticamente aclarado. No
tiene fecha, pero fue posterior a las exequias de Tarzán. Jane, la viuda
en el exilio, se encuentra muy dispuesta a que “la lucha continúe”.
El video termina con la voz en off de Enrique Lihn, antecedida por un
potente AAAOOOOOOOOO: “Jhonny trabajó a concho para mantenerse vivo en
nuestra memoria, esa película de un solo espectador que termina con la
palabra muerte. ¿Quién lo ayudó a conseguir ese éxito? Los pezones
mojados de Jane, la buena natación y el oportuno grito de alarma siempre
tranquilizador (…). Más tarde se recluyó en su mansión de Acapulco
jubilado de las lianas para no defraudar a sus admiradores (…). Su
quinta esposa asegura que Jonnhy no tuvo problemas siquiátricos.
Se creía lo que era: Tarzán en persona. Y gritaba AAAOOOOOOOOO para
defenderse de la muerte, seguro de su doble de Weissmuller y su doble
inmortalidad. Gracias él sabemos que el hombre blanco es negro y que no
hay mejor lugar para vivir que la selva cuando se dispone,
positivamente, de su ley. Muchas gracias, señoras y señores monos. Ha
transmitido el Canal Selva en cadena”.
En los créditos de Adiós a Tarzán aparece un nombre que al comienzo de esta búsqueda, pudo ser clave: el Mago Vera.
Es 3 de abril de 2006. Han pasado dos semanas del contacto en el
edificio “al final de la Alameda” y en 15 días pueden pasar muchas
cosas: son las 20:00 y Vera está acostado y a punto de dormirse.
-¿Y? ¿se acordó?
-Sí. Se filmó un video fuera de Santiago. No sé cómo llegué o si
alguien me llevó. Era todo improvisado. Se tomaron unos tragos y yo hice
un acto de protesta individual contra Tarzán y Weissmuller. No sé si
debas poner esto, pero vomité al aire.
-¿Fue una acción de arte?
-Sí. El vómito era una creación repulsiva, reactiva y antitodo, anti
Tarzán y antiweissmuller. De hecho yo era de un grupo que se llama
Antilihn. Pero eso era como un chiste. ¿Vas a poner que mi departamento
era como un café sin piernas?