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"Enrique Lihn, Entrevistas". Compilación de Daniel Fuenzalida. J. C. Sáez. Santiago, 2005. 258 págs.
Lihn como crítico, suma y sigue
Por Cristóbal Joannon
Revista Universitaria, Nº92. Santiago, 2006.
Revista Universitaria, Nº92. Santiago, 2006.
En la sección de Referencias críticas de la Biblioteca Nacional se han gestado un buen número de libros apreciables. El material que se conserva ahí (básicamente, recortes de prensa) es fuente obligatoria de cualquier estudio que requiera explorar las intimidades de la literatura chilena del último siglo. El libro que ahora reseñamos. Entrevistas, es el feliz resultado de una recopilación de Daniel Fuenzalida, uno de los miembros de Referencias críticas. En la portada aparece el autor, fotografiado en 1986, en la misma sala donde Fuenzalida actualmente trabaja. Entre las varias maneras en que este guiño puede ser interpretado, me inclino por leer en él un juego lihneano: el poeta es sorprendido en el momento mismo en que examina y reúne sus propias entrevistas, sabiendo que ellas constituirán, en la posteridad, otra pieza más de su obra. Las recursívidades que pueblan sus novelas permiten sostener algo así.
Pese a que se deja leer como una unidad, Entrevistas no debe considerarse de manera aislada: es parte de lo que se podría llamar la «constelación crítica» de Lihn, compuesta por El circo en llamas, editado por Germán Marín (Lom, 1997). Conversaciones con Enrique Lihn, de Pedro Lastra (Atelier, 1990), y por un volumen que posiblemente se publicará el próximo año, donde se reunirán sus escritos sobre arte. Estos cuatro libros despliegan a un critico poderoso, al que la literatura actual le debe bastante: el paso de los años se ha encargado de mostrar cuan certeras siguen siendo sus inteligentes y generosas radiaciones. Hoy resulta difícil ingresar a la obra de la Gabriela Mistral, al modernismo de Darío o a la antipoesía parriana obviando sus juicios. Lo mismo a esa suerte de canon que -de modo no calculado- hizo de la poesía chilena posterior a él; los nombres que lo componen {Juan Luis Martínez, Rodrigo Lira, Diego Maquieira, Claudio Bertoni, Paulo de Jolly, Erick Pohlhammer, Roberto Merino, Bruno Vidal) seguirán por largo tiempo resonando en nuestros oídos.
Pese a que se deja leer como una unidad, Entrevistas no debe considerarse de manera aislada: es parte de lo que se podría llamar la «constelación crítica» de Lihn, compuesta por El circo en llamas, editado por Germán Marín (Lom, 1997). Conversaciones con Enrique Lihn, de Pedro Lastra (Atelier, 1990), y por un volumen que posiblemente se publicará el próximo año, donde se reunirán sus escritos sobre arte. Estos cuatro libros despliegan a un critico poderoso, al que la literatura actual le debe bastante: el paso de los años se ha encargado de mostrar cuan certeras siguen siendo sus inteligentes y generosas radiaciones. Hoy resulta difícil ingresar a la obra de la Gabriela Mistral, al modernismo de Darío o a la antipoesía parriana obviando sus juicios. Lo mismo a esa suerte de canon que -de modo no calculado- hizo de la poesía chilena posterior a él; los nombres que lo componen {Juan Luis Martínez, Rodrigo Lira, Diego Maquieira, Claudio Bertoni, Paulo de Jolly, Erick Pohlhammer, Roberto Merino, Bruno Vidal) seguirán por largo tiempo resonando en nuestros oídos.
Como se ha recordado tantas veces, Enrique Lihn fue también un crítico rotundo cuando se ocupó de su escritura. Así como su poesía se encuentra en un estado de auto observación permanente, sus disposiciones reflexivas aquí las vemos amplificadas; por ejemplo, cuando explica cómo es que un poema puede ser un síntoma ante los abusos del poder, y no ya una sátira o una denuncia para contradecirlo. Lo que él responde en -cabe suponer- improvisadas conversaciones con periodistas, académicos o amigos, posiblemente sea de lo mejor o más claro que se ha escrito sobre una poesía que ensayó una «caricatura monstruosa del sistema». Lo admirable del caso es que él se esta refiriendo a su propio trabajo, con la desafectada distancia de quien lo hace, refiriéndose a un tercero. Lihn llega a tiempo allí donde otros llegaron tarde.
Al lector que sólo ha tenido la oportunidad de conocer la poesía de Lihn. y que se ha preguntando por qué se alude en ella de manera tan frecuente al lenguaje y a las condiciones de la escritura, este libro le entregará claves que le harán comprender que no hay en ello un alejamiento estéril de la realidad. Dice Lihn, luego de recitar a Paul Valery: «Despreocuparse del lenguaje, en literatura, no es más que intentar ocultarlo y hacerlo pasar por la realidad bajo la especie de ese ocultarniento. Denegar la realidad propia del lenguaje es un trabajo de falsificadores». Este severo punto de vista ante la ingenuidad de nuestros inspirados realistas, vale también para cualquier forma no razonada de poesía, sobre todo aquella donde los efluvios líricos no dejan ver el bosque del absurdo.
Normalmente se afirma que Ignacio Valente ocupó el puesto vacante que dejo Alone. La lectura de Entrevistas nos vuelve a recordar que a ese prejuicio no le quedan muchos años de vida.
Al lector que sólo ha tenido la oportunidad de conocer la poesía de Lihn. y que se ha preguntando por qué se alude en ella de manera tan frecuente al lenguaje y a las condiciones de la escritura, este libro le entregará claves que le harán comprender que no hay en ello un alejamiento estéril de la realidad. Dice Lihn, luego de recitar a Paul Valery: «Despreocuparse del lenguaje, en literatura, no es más que intentar ocultarlo y hacerlo pasar por la realidad bajo la especie de ese ocultarniento. Denegar la realidad propia del lenguaje es un trabajo de falsificadores». Este severo punto de vista ante la ingenuidad de nuestros inspirados realistas, vale también para cualquier forma no razonada de poesía, sobre todo aquella donde los efluvios líricos no dejan ver el bosque del absurdo.
Normalmente se afirma que Ignacio Valente ocupó el puesto vacante que dejo Alone. La lectura de Entrevistas nos vuelve a recordar que a ese prejuicio no le quedan muchos años de vida.