Para Mauricio Wacquez (por Enrique Lihn)
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Quizá sea yo homosexual
Incestuoso soy de todas maneras
Amo a mi madre y a mi hija.
A aquélla en el lugar que no hay
Y que desapareció –atópico– bajo la presión de todos los lugares
Y que cedió desde el primer momento, el de mi vagido primero,
A la voracidad del tiempo.
A mi hija la he amado oficiosamente bajo la Ley del Incesto
No como un vulgar creyente sino como un envarado monaguillo.
De los fantasmas de ellas dos se han alimentado mis amores
Vagamente culpables terriblemente celosos.
Mis amores hasta ahora se han visto entristecidos
Por el reflejo culposo de sombras inexistentes.
Hasta ahora en que ha estallado Filis
Como un rayo de primavera devorando con su llama
El árbol negro de la Ley tristemente fálico
Reseco a fuerza de imprimir su sombra con tinta indeleble
Y de ramifi carla, a su alrededor, con nuevas tenacillas.
Qué vela –dirás tú– tengo en este entierro
En esta quizá ilusoria resurrección
De una momia viviente.
Ninguna, en cierto modo, salvo el frágil puente reconstituido
Verdaderamente de una vieja amistad liberada, Mauricio,
Que eventualmente debe provocar en el monaguillo
Esa contradictoria ambigüedad declarada
Un oxímoron pero algo más que un tropo:
Una figura viviente
De la que haces ostentación como en esos juegos pánicos
El Ello en letra viva
La escritura que prolonga tu gestualidad bajo el signo (pongámonos
cómodos con los emblemas de mierda)
De una estrella andrógina
Que alumbra gracias a la oscuridad que irradia
La Ley y la Anti Ley:
Eres en esta frase la conjunción copulativa.
Una fi gura emblemática: Tiresias, la Afrodita Barbuda.
Una exclamación exultante: Conchudo.
Una declaración a la prensa: Yo ingresaría a la Women’s Lib
sino me rechazaran
Algunas mujeres demasiado machistas.
Una obra: Frente a un Hombre Armado.
Un animal imaginario: La serpiente uterina
Que me sonríe en el fondo de su caparazón
El huevo filosofal
Del que entras y sales cuantas veces quieres.
Presente en: GUTIÉRREZ