Ilustración por David Cofré
Por Diego Zúñiga
Roberto Merino tenía poco menos de 20 años cuando habló por primera vez con Enrique Lihn. Antes lo había visto deambulando por Santiago, lo había leído, pero un día, en el Parque Forestal, detrás del Museo Bellas Artes, conversaron un buen rato y, entonces, aquel momento iba a ser el comienzo de una amistad que duró hasta su muerte, en 1988.
Algunos recuerdos de esa amistad y varios testimonios de amigos y cercanos al poeta son el centro deLihn: Ensayos biográficos (Ediciones UDP), donde Roberto Merino intenta descifrar una parte importante de su vida. Es, por ahora, de hecho, lo más cercano que tenemos a una biografía del autor de La pieza oscura, aunque Merino es honesto en sus intenciones no totalizadoras del relato. En el epílogo del libro —compuesto por siete ensayos— explica que justamente la amistad fue un pequeño obstáculo para profundizar más en ciertos detalles, porque como anota, “nadie quiere analizar ni esclarecer demasiado a sus amigos, ni entender más de la cuenta sus motivos ni asomarse a las zonas de la vida íntima del otro que no afloraron jamás en las conversaciones corrientes”.
Sin embargo, a pesar del respeto y la lealtad, Merino igual se adentra en algunas de esas zonas íntimas —esboza la compleja relación que Lihn tuvo con su hija, por ejemplo— y esclarece también hechos que han rondado siempre su biografía, como la famosa pelea con Jorge Teillier por motivos amorosos. Es en ese capítulo, de hecho —titulado “Peleas”—, donde encontramos algunos de los momentos más divertidos e hilarantes del libro, con balazos imaginarios, manotazos al aire, patadas y llaves que dejaron a Lihn en el piso más de una vez.
Además de las peleas, Merino se detiene en las caminatas de Lihn por Santiago, sus orígenes familiares, la vida escolar en el Liceo Alemán, el habla que aprendió en esos patios y la difícil vida doméstica que Lihn terminó dominando, en parte, sólo hacia el final de su vida. Entremedio de esto, sus amores, sus viajes y sus libros, por supuesto: la forma en que iba encontrando distintos lenguajes —el teatro, el cuento, laperformance, el ensayo, la novela, la poesía— para expresar aquella mirada tan incómoda que tuvo siempre.
Merino entiende que Lihn siempre se escabulló —de las etiquetas, de los géneros, de la vida que le correspondía—, por lo que decide abordarlo de forma fragmentaria y con distancia, también, para evitar juicios. Era una inteligencia indescifrable y aquello queda expresado en estos ensayos, escritos con esa prosa tan cuidada y característica de Merino, que nos deja sin duda con ganas de más.
El capítulo que cierra el libro, de hecho, es un ensayo sorprendente: Merino decide leer a Lihn a partir de la aparición de diversos animales en su vida y en su obra. De esta forma, convoca a cisnes, tortugas, palomas, gallos, loros y gatos para descifrar una parte de la mirada de Lihn, esa búsqueda que siempre hizo por comprender el lenguaje y llevarlo hasta sus límites. Con esta lectura distinta, Merino parece decirnos que ahora corresponde eso: volver a Lihn y leerlo de otra manera, tratar de descifrarlo desde algún lugar inesperado, evitar los lugares comunes, entrar en su mundo y mirarlo como si lo visitáramos por primera vez.
“Lihn: Ensayos biográficos”, de Roberto Merino.