Frente a la situación de ostracismo que la crítica genera en torno a su obra, resulta crucial la producción del libro Derechos de autor, obra inclasificable y artesanal compuesta por páginas escritas a máquina, fotografías, manuscritos, dibujos y recortes de toda especie, girando en torno a lo dicho sobre su obra por otros críticos y por él, en un interesante juego que pone en tensión la propia autofiguración y la metaconsciencia sobre su propia producción.
Este montaje además de lúdico resulta revelador de la situación de orfandad de los escritores frente a las políticas de grandes editoriales y un mercado predecible. Lihn en una carta a Pedro Lastra fechada el 21 de febrero de 1976, a propósito de las regalías de La orquesta de cristal señala: “Mi único recurso para abril. Espero de la Sudamericana que me adelante lo que convino antes de la publicación de la Orquesta – eso me sacaría de apuro- pero ya sé demasiado bien lo que son las malditas editoriales” (Lihn, Querido, p. 39).
Esta crítica que Lihn esgrime en contra de las editoriales, por el uso de los autores y la explotación de sus obras, ubica a Derechos de autor, desde su paradigmático título, como una obra visionaria, respecto al crucial rol que tendrán a partir de la década de los noventa, en nuestro continente, las llamadas editoriales no industriales o independientes, la autoedición y la aplicación de nuevas tecnologías de multicopiado, para publicar y distribuir los libros a una escala más íntima y en células de lectores más reducidas, pero significativas. Enrique Lihn en la contratapa a la edición nos entrega, instrucciones para hojear este cuaderno de recortes:
Parte numerosa de los papeles que he reunido aquí tal como se sustancia un proceso, en una especie de memorándum, son de otros autores y están fotocopiados, como se verá, de los originales de esas notas, artículos, reseñas o ensayos, o de las publicaciones en que aparecieron. […] Derechos de Autor —un libro sobre el que no tengo los derechos, del que no soy el autor único— se inscribe en una línea editorial, sin sello, en la que ya figura una publicación mía y de Eugenio Dittborn, autor de las visualizaciones de Lihn y Pompier, 1978 (Departamento de Estudios Humanísticos). Este tipo de ediciones semiartesanales —matrices offset en papel o metal, fotocopias— empezaron a salir en Chile hacia 1976, año de la aparición de Visual, Dittborn, dibujos, a raíz del fracaso de la revista Manuscritos (el único número existente contiene unas reproducciones de los ejemplares únicos subsistentes del Quebrantahuesos). (Lihn, Derechos).
Texto de
Daniel Rojas Pachas
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