Antonio Avaria
No es su mejor libro, pero es nada menos que todo un libro de poesía, el primero consagrado íntegramente a la Revolución Cubana. Es Canción de Gesta, de Pablo Neruda, publicado en 1960, un año después de la llegada de los barbudos a La Habana. No posee la fuerza ni la belleza encantatoria de España en el Corazón, cuyo memorable "Explico algunas cosas" fuera destacado y leído por Harold Pinter en su discurso de aceptación del Nóbel, considerándolo como el mejor ejemplo universal de poema comprometido. No es tanto, ni incluye un poema tan impresionante como "Un plato para el obispo", pero es más que aceptable, y pasa revista, a la manera política del Canto General, a tribulaciones de Puerto Rico, Nicaragua y países del Caribe, junto con la significación de Fidel Castro.
Traiciones
Un corto tiempo más tarde y pese a tan notable homenaje, los escritores cubanos, con mínimas excepciones, acusaron a Neruda de traición: ha aceptado una invitación del Pen Club de Nueva York (donde hace un recital antiimperialista, con enorme convocatoria) y al regresar a Chile pasa a tomarse un desayuno de huevos fritos con su amigo, el Presidente Belaúnde de Perú, quien lo condecora. El poderoso aparato cultural de Cuba distribuye por todo el mundo la famosa carta, que el poeta considerará siempre como una infamia. Seguirá respetando el proceso revolucionario, pero se negará a dar la mano a quienes la firmaron, ni siquiera cuando es embajador en París y el que esconde una mano de conejo es Alejo Carpentier. Este gran novelista y Premio Cervantes, con Nicolás Guillén y cientos de escritores, vuelven del exilio porque «la Revolución Cubana ha dado un sentido nuevo a nuestros destinos"... «hemos vuelto a ser como los intelectuales del siglo pasado" (Tientos y Diferencias). Es sabido que en un primer tiempo la Revolución Cubana fascina no solamente a los condenados de la tierra, sino a un número aplastante de la intelectualidad del mundo entero, de Jean Paul Sartre para arriba y para abajo. Nuestro Carlos Droguett señala en 1971 que «debiéramos contratar a Fidel por unos seis años para arreglar estas cosas de la cultura". «Es el tábano socrático de ambas Américas. Está tratando de despertar a América, que está aletargada. Ha sido más inteligente que los soviéticos y que otros dictadores, pues no ha limitado la libertad intelectual. Su Revolución es un aviso al mundo: América Latina está viva"".
En el mundo entero, Cuba imprime un protagonismo excepcional a nuestro continente. Para los escritores, los premios Casa de las Américas se distinguieron como los más prestigiosos de nuestra lengua, y dieron fama continental, entre otros, a los chilenos Antonio Skármeta, Enrique Lihn y Poli Délano. Gracias a esta distinción, Délano encontró las puertas abiertas al llegar a su exilio mexicano. La institución Casa de las Américas, y su Revista, convocan congresos, certámenes, conferencias. Prácticamente toda la población, incluyendo a la población escolar, participa en campañas masivas de alfabetización. El gran milagro es el lector cubano, que devora ediciones a bajísimo costo. Se reedita una de las obras más complejas y barrocas de la literatura contemporánea: la novela Paradiso, de José Lezama Lima. Los grandes del «boom" de la novela adhieren al credo de Fidel; Mario Vargas Llosa es entonces miembro del consejo de Casa de las Américas y hace su panegírico al recibir el Premio Rómulo Gallegos. Posteriormente se distancia y se enemista de la Revolución, como numerosos escritores cubanos, tales como Severo Sarduy, Cabrera Infante, Reynaldo Arenas, Virgilio Piñera, Pablo Armando Fernández, Norberto Fuentes, Jesús Díaz, Heberto Padilla. Hasta su muerte en 1984, Julio Cortázar defiende la Revolución, y mantienen esa fe Ernesto Cardenal y Gabriel García Márquez. Entre las loas al régimen, el colombiano Oscar Collazos, sumamente ingenuo, propone con toda seriedad: «Pienso (ya Edmundo Desnoes lo había esbozado), cómo en los discursos de Fidel Castro, por ejemplo, se traduce una manera de decir, un discurso literario, un ordenamiento y una reiteración verbal, una modelación de la palabra en el plano del discurso político que, a su vez, podría ser la fuente de un tipo de literatura cubana dentro de la revolución". ¡Guay de los escolares y de la literatura cubana si se tomara en serio esta sugerencia, a fuerza de palmeta, por los rectores de la política cultural! ! Guay de Cuba si Fidel fuera más sensible a la adulación literaria!
El caso Padilla
Hacia 1971, el «caso" Padilla electrizó a los escritores latinohablantes y dividió aguas. Un buen poeta gana un premio de poesía, pero es duramente criticado por puritanos, maniqueos y gente con mentalidad de comisarios culturales. Este poeta es muy locuaz, muy lenguaraz, y se corre la voz entre los visitantes extranjeros que si quieres escuchar críticas de la Revolución, no tienes más que ofrecerle whisky y cigarros puros. Da la casualidad que este poeta pasa una temporada como huésped en el hotel Habana Riviera, coincidiendo con el escritor chileno Jorge Edwards, quien lo habita como encargado de Negocios del gobierno de la Unidad Popular. Ocurre que ciertamente se activa la comunidad de escritores y el chileno es generoso con sus regalías diplomáticas. Son frecuentes las tertulias con amigos de las letras donde se sueltan la lengua y la imprudencia de Heberto, quien prodiga indiscreciones y estentóreas mentadas de madre a los supuestos micrófonos. El poeta es detenido y en prisión redacta una carta de autoacusación y retractación, reconociendo críticas injustas contra la Revolución, proferidas por él, su mujer y sus amigos. Arde Troya, naturalmente, en las redacciones de los periódicos de América y España. Todos opinan. La revista Mensaje prepara un «Dossier Padilla", con reflexiones de Enrique Lihn, Mauricio Wacquez, Pablo Huneeus, el cubano Lisandro Otero. Muchos «rompen" con Fidel, entre ellos Mario Vargas Llosa. Pocos creen en la sinceridad del poeta. Se recuerdan los «kangaroo trials" o imposturas judiciales. El poeta queda en libertad y eventualmente, después de vegetar con mala salud en Cuba, se va a vivir a Miami.
Medianoche
Un nuevo capítulo de la relación de Fidel con las letras es la memorable entrevista de medianoche contada por Jorge Edwards en Persona non grata. Este libro es una crónica rigurosa y brillante de los tres meses y medio de la traumática experiencia de un hombre que deja con decisión su piel de diplomático para asumir los riesgos y las incertidumbres del escritor. En los medios de cultura y editoriales, el libro de Jorge Edwards produjo el efecto disolvente de «el rey está desnudo".
Antonio Avaria
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