Tengo por testigo la oscuridad: Presentación Diecinueve (Poetas chilenos de los noventa)



“Tengo por testigo la oscuridad”

Presentación Diecinueve (Poetas chilenos de los noventa)

Fuente: Lanzallamas.

1. Algunas fechas para recordar: 10 de julio de 1988 muere Enrique Lihn. 15 de octubre de 2006 muere Gonzalo Millán. 10 de diciembre de 2006 se lleva a Pinochet. Son tres hitos que marcan de alguna manera la generación que dibuja el libro compilado por Francisca Lange. Unos nombres, que son historias y miradas entrecruzadas (Lihn, Millán, Pinochet) que refieren como influencias o distancias al contexto donde se sitúan las escrituras que se intentan conciliar en su prólogo.

2. “Nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus simpatías y diferencias, pero el Tiempo acaba por editar antologías admirables. Lo que un hombre no puede hacer, las generaciones lo hacen”, señala Borges en su Nueva Antología Personal. El tiempo, el tiempo, el tiempo, lo dirá.

3. En los primeros años del 2000 ella se encuentra completando sus estudios en Madrid. Trabaja o intenta trabajar en un proyecto donde – cómo no – la obra de Enrique Lihn será su materia de estudio. Para los académicos españoles Lihn es un autor menor. En eso consigue el número y tal vez también el correo electrónico de Roberto Bolaño. Le escribe al errante escritor chileno residente en Blanes, quien ha publicado dos muy buenos libros de poesía, que son más bien prosa poética o poesía narrativa, y a los que la crítica chilena les restó importancia. Son los primeros meses del 2003. Le cuenta de su proyecto. Le pregunta o intenta preguntarle directamente si cree que Lihn sea una referencia de la joven poesía chilena. Bolaño dice no conocerla, pero recuerda lo que ya ha dicho: “La poesía de Millán es una de las más consistentes y lúcidas (…) se erige como la única poesía civil frente al alud de poesía sacerdotal”. O lo que le había dicho el propio Lihn, también por cartas, sobre quiénes serían los seis tigres de la poesía en el 2000: Bertoni, Maquieira, Gonzalo Muñoz, Martínez, Rodrigo Lira y él. Todo eso debió decirle en ese correo, pero ella recuerda lo que le interesó, que la influencia era más bien una presencia, no estética ni ideológica, nada de literaria, sino más bien espiritual. Francisca, que así se llama ella, se queda con esa idea. Luego piensa buscar a esos muchachos, sus contemporáneos, que deberían haber sentido esa presencia, ese espectro, el fantasma que se les debió aparecer como a Hamlet la sombra de su padre. A los meses Bolaño muere. Ella se entera el 16 de julio de ese año que el autor de Los perros románticos ha muerto, mientras maneja por las afueras de Madrid. Pasado algunos meses vuelve a Chile.

4. Mientras leía el libro y cuando lo terminé me puse a pensar en su propuesta de lectura. En el movedizo corte generacional que plantea, en las pequeñas editoriales de sus libros (Caligrafía Azul, La Calabaza del Diablo, Stratis, El Kultrún, Barba de Palo, Quid, Tácitas), en microliteratura, en contracultura, en el vacío, en imágenes desesperanzadas, en musicalidad, en la zona muda, en traducciones, en la falta de poéticas, en la saturación de literatura, en nuevas formas de mirar la realidad, en el país en llamas – o se diría desde las cenizas – reconstruyéndose y que era donde habían crecido los 19 poetas elegidos por Francisca. Pero también pensaba en si habían leído a los seis o siete tigres, mansos o indomables, aludidos por Lihn. Me imagino que sí. Aunque no todos y tal vez mal o a medias, o sólo en sus títulos como leen muchos escritores en Chile. Y volvía a pensar en un personaje de Bolaño, diciendo “la poesía chilena va a cambiar el día que leamos correctamente a Enrique Lihn, no antes. O sea, dentro de mucho tiempo”. Otra vez el tiempo. Me propuse entonces buscar en los poemas seleccionados cuánto pesaba el tiempo. Es decir, el pasado, la memoria, el presente, la derrota, ciertas epifanías, lo que yo quería reconocer como la tradición de la que venían o estaban renegando.

5. Algunos versos sueltos.

“Caminábamos oscuros por la noche sola De la mano de unos versos que cosían la boca”

“Los ojos de cualquiera pueden ver bajo esas aguas revueltas”

“Avanzamos por el fondo arenoso de la historia, bajo el mar (…) Armadas hasta los dientes, las costas de la memoria se entibian”

“A sus espaldas la pantalla se disuelve en ruido blanco” (Anwandter)

“La televisión resplandecía desde el living a oscuras delineando mi propio reflejo en esos frascos de plástico. Un jugo verde intenso Como la fiebre Pero un niño no podría saberlo”

“Ocurre en la naturaleza que cada cosa lleva dentro de sí el germen de su aniquilamiento” (Carrasco)

chile para mí es un asado nacional tiro la talla chisteo hablo con el choripán atravesado hueveo quiero de los inexistentes planes de ocupación con los que los políticos se llenan la boca a falta de ayuda que los momentos sean divertidos/ no cambio el país estamos la raja/estamos el descueve yo a las personas que si pudiéramos continuaríamos estudiando pero el problema es otro es problema es la tristeza”

“¿Cómo quedaría todo esto transformado en un código de barras?” (Cussen)

“Y siempre en la misma ciudad, como el griego y en todas partes fundándola, como el chileno”

“Escribe sobre pequeños paraísos artificiales imágenes de adentro en la espesura aunque no seas auténtico ni verdadero”

“Página en blanco sirviendo al sacrificio” “Tengo ocho años vivo en una ciudad sitiada por el ojo carnicero” (Del Río) “Agobiar – diría Lihn – otra vez con la misma historia: el dolor,

un buen punto de partida para las palabras que hablan de nosotros”

“O de tres simétricas guillotinas

mojadas

de rocío

post tenebras lux la hoz y el martillo

los ondulantes campos

de trigo el llanterío

de la república”

“el terror de ser

trozos de vidrio en la calle” (Folch)

vértice del peg amento i la di storchon

No necesitamos los haikú Sobre todo aquí Donde LA LUNA ES UN TROZO MÁS DE LAS BOTELLAS”

“Convengamos que la mierda es memoria del mismo modo que una palabra es la memoria de su significado repetía haciéndose el interesante” (González)

“Creí que pronto arribaría el barco de la salvación. En tanto esperaba me hundí en las cantinas y en trabajos de puerto Pasaron los años, los pleitos, las mujeres y ni sombra ni noticias del imaginado navío” (Huenún)

“(Desde luego, y desde otra perspectiva la memoria es sólo comparable a un cadáver pestilente”)

“Entro en este túnel casi a tientas palpándoles los huesos que dan música pidiéndoles siquiera un signo de orientación

Cómo no me van a oír” (Jiménez)

“También vuestro niño anda en lágrima escondida un pájaro se pudre cuando nos miramos

Aunque a veces recuerde mi infancia aquí no puede haber un niño Tengo por testigo la oscuridad” (Muñoz)

Fin de las citas.

Sobran los poemas, pero me cuesta acomodar los preceptos con el resultado. Lo dicho con lo entregado. A favor, es evidente, está la extensión de los textos seleccionados en el libro. Es un buen acopio. Sus autores felices. Celebradas son las imágenes de la infancia, sus postales de la miseria laboral, la mala programación televisiva, el silencio vaciado como banda sonora en una Dictadura hecha de palabras, más que de confrontación. Poesía en pie todo, debería decir.

6. Cierro el libro, y miro detalladamente la portada del cuadro sin título de César Tasso, el que sin quererlo concentra los versos de Bello: “Los rostros de amigos se desfondan, los otros permanecen inmóviles, veloces pasajeros que detienen la nada”. Otra cosa curiosa, cómo sólo puede ocurrir en un libro impar, donde faltan muchos nombres y otros textos que compongan esta biblioteca imaginaria, ya no sólo la postulada por Lange, sino la revisada por cada uno que sabe de más autores, de revistas, de sitios, de publicaciones y tantos poemas inéditos o todavía por escribirse que han venido hablando de este eriazo remoto y presuntuoso, cuando todos quisieran ser, contrariando a Borges, algo más que una palabra en un índice.

Roberto Contreras

Presentación realizada el 20 de diciembre de 2006 en Cine Arte Alameda, con la participación de Adriana Valdés, la compiladora Francisca Lange y al menos diez de los nombres que lleva el índice.

Diecinueve (Poetas chilenos de los noventa) Fracisca Lange Valdés, Compiladora Santiago, J.C. Sáez Editor. 429 pp.



daniel rojas pachas

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