ENRIQUE LIHN AGITA EL HORROROSO CHILE


ENRIQUE LIHN AGITA EL HORROROSO CHILE

El murciélago sale de su tumba .

El insomne poeta amigo de Jodorowsky y Parra vuelve a las vitrinas con La pieza oscura. Su sobrino Cristián Warnken y su prologador, Eduardo Llanos Melussa, escriben sobre el vate. Además, su ex pareja, Adriana Valdés, nos entrega un texto inédito sobre la obra del artista.

Javier García
Nacion Domingo

La primera edición de La pieza oscura fue publicada por Editorial Universitaria en 1963. Este libro era su tercer poemario y Enrique Lihn, con 34 años, sabía que estaba dando un paso mayor.

En la reedición 2005, Ediciones Universidad Diego Portales, que incluye además el prólogo a la primera edición, a cargo de Jorge Elliott, se agrega “Una vacilante claridad”, del poeta Kurt Folch, ensayo donde se explica la fría recepción que tuvo el libro en su momento: “Era una época que agonizaba y un poeta debía irse con cuidado. Gabriela Mistral había fallecido hacía poco, Pablo Neruda, Pablo de Rokha y Nicanor Parra dominaban el panorama nacional”.

La pieza oscura es un libro atravesado por la infancia, la muerte y el desamor. “Y así llegas a viejo/ como quien vuelve a su país de origen/ después de un breve viaje interminable/ corto de revivir, largo de relatar/ te espera en ti la muerte, tu esqueleto/ con los brazos abiertos”, escribe en el poema “Monólogo del padre con su hijo de meses”.

OBSESO A LA DERIVA

El autor de La pieza oscura vivió en frecuente inestabilidad laboral. Sólo tardíamente llegó a ganar un sueldo fijo como profesor de literatura en la Universidad de Chile.

A los veinte años publica su primer libro de poemas, Nada se escurre (1949). Sus amigos de juventud y delirio serán Alejandro Jodorowsky y Nicanor Parra. Con ellos creará el periódico mural llamado Quebrantahuesos y causan más de alguna polémica en la calle Bandera de Santiago, donde se exhibía.

Enrique Lihn Carrasco nació en 1929. A los 13 años abandona los estudios en el Liceo Alemán e ingresa a la Escuela de Bellas Artes, pero también incursionará en el teatro, la radio, entre otras disciplinas que cultivó como un obseso. Lihn se definía como “periodista cultural, novelista experimental, dramaturgo ocasional, probable director de cine, pintor fallido, dibujante de dominio y seudoprofesor de literatura”.

Lihn es uno de los primeros lectores y críticos de su generación (la del ’50) de la obra de Nicanor Parra. Incluso en una reedición española de Poemas y antipoemas, Parra anotará como epígrafe: “A la memoria de Enrique Lihn, el gran adelantado de nuestra generación”.

RESCATE

El 10 de julio de 1988 Enrique Lihn muere de cáncer dejando inconcluso un cómic, además del poemario Diario de muerte, libro que escribe hasta sus últimos días, el cual se publica al año siguiente.

En 1995 se edita por el Fondo de Cultura Económica la antología poética Porque escribí, con selección y prólogo de Eduardo Llanos Melussa. Dos años más tarde Lom Ediciones reedita Al bello aparecer de este lucero.

En estos últimos años se ha reeditado El paseo Ahumada (poesía, Universidad Diego Portales, 2003) y una selección de cuentos por Sudamericana titulada Huacho y Pochocha (2005).

Los artículos y críticas que Lihn publicaba en diarios y revistas se recopilaron bajo el título El circo en llamas (Lom, 1997), a cargo de su amigo Germán Marín, y el año pasado Jorge Polanco publicó el ensayo La zona muda: Una aproximación filosófica a la poesía de Enrique Lihn (Ril).

El poeta que sufría de insomnio trabajó en algún momento de su vida en la Radio Minería, durante la noche. Era la voz de esos breves anuncios comerciales, luego se iba a la casa de Nicanor Parra, donde despuntaban el amanecer conversando. Lihn escribió en “Los amigos de la casa” poema de La pieza oscura, lo que pasa es que “no hemos nacido para el amor”. Simple ¿o no?. LCD


Un texto clave EDUARDO LLANOS MELUSSA

En mi opinión, La pieza oscura es clave en la obra de Lihn y merece ser reconocido y estudiado como uno de los mejores libros de la poesía hispanoamericana de esa generación. Hace falta tener un gusto muy restringido o estragado para no reconocer una poeticidad nueva en ese “Monólogo del padre con su hijo de meses”, en el “Monólogo del viejo con la muerte” o en el mismo poema que da título al libro.

Me parece también muy necesaria la reedición de La musiquilla de las pobres esferas (1969), otro texto clave. Lamentablemente, en Chile Lihn es todavía blanco del resentimiento, ese deporte nacional.


Adriana Valdés: reflexión lúcida y cruel

La poesía de Enrique Lihn, aunque presenta sujetos múltiples, algunos de ellos también grotescos y sardónicos, en general se aproxima a otras zonas de “las glorias y miserias de la condición humana, encubiertas con las galas y harapos de los lenguajes literarios”, según expresión del poeta Óscar Hahn. La pieza oscura está entre los más antologados. Da inicio al libro del mismo nombre, el tercero de sus libros de poemas (1963), “en rigor el primer libro”, como tal, pues a los primeros los consideraba “agregados o yuxtaposiciones de textos distintos”.

El tema de una infancia en que hay “atascamiento, regresión, involución” (Lihn, en Lastra, 1990) reaparece, reelaborándose, a lo largo de su obra, hasta el mismo poema “Nada tiene que ver el dolor con el dolor”, de Diario de muerte, su libro último. Leer los dos poemas en relación lleva tal vez a otro verso de Lihn: “nunca salí de nada”, del poema “Nunca salí del horroroso Chile”, donde aparece la asfixia no sólo de las situaciones personales, sino también -en círculos concéntricos- la asfixia de las situaciones sociales y culturales. (...)

En la obra de Lihn se encuentra también una de las reflexiones latinoamericanas más lúcidas, crueles y constantes acerca de la actividad de la poesía y su relación con la experiencia humana, sobre todo, en este caso, con la experiencia histórico-social.

Fragmento del texto publicado originalmente en el Diccionario Enciclopédico de las Letras Latinoamericanas (DELAL), dirigido por Nelson Osorio y editado en 1995 en Venezuela.


LOS LIHN: CONDENADOS A LA IRREALIDAD Cristián Warnken Lihn

Hablaré de mi relación con Enrique Lihn con extremo pudor. El hecho de que sea hermano de mi madre no me da autoridad ni mayor cercanía para hablar de él, tal vez. Incluso podría invalidarme: a Lihn y su obra no se llega por lazos familiares, sino por la sensibilidad e inteligencia que su poesía reclama del lector. Sucede que los más cercanos de los grandes escritores (los hijos o viudas) son a veces los que más los desconocen.

Lo que sobrevivirá a Lihn es su obra y no su biografía. Dicho todo esto, sin embargo, yo puedo decir algo sobre mi familia que tal vez ayude a contextualizar la situación de Lihn frente al mundo.

Los Lihn, cada uno a su manera, son habitantes de una “irrealidad” muy propia, de una distancia irónica frente al mundo práctico, todos han sido víctimas de esa “rugosa realidad” de la que hablaba Rimbaud. Lihn escribió un hermoso poema sobre Angélica -su hermana y mi madre- que muestra a una fantasmal adolescente caminando por las calles de París, extraviada, ausente

“París es un desierto inmenso para la soledad de los recién llegados remontando el curso de la memoria como si los extremos de lo real se juntaran”

Estoy reconstruyendo el poema de memoria y probablemente transformándolo, puesto que no aparece en ninguna de las antologías lihnianas, creo que está en un número de la mítica revista Trilce de Concepción. El poema dedicado a mi madre es un autorretrato del propio Lihn y de su propia manera de viajar, y recorrer las ciudades, como un espectador situado y sitiado por la memoria y las trampas de la infancia y el lenguaje.

Él escribiría después París, situación irregular, cuaderno que muestra un París más vertiginoso, más “posmoderno”, pero no por eso más real. Lihn nos hace sentir que todas las ciudades son proyecciones de la memoria, que todo lo transforma, y que no hay presente ni pasado posibles, atrapados como estamos por las labilidades del deseo, eternos niños que juegan en “la pieza oscura” de la realidad.

La poesía de Lihn interpreta a todos los que nos sentimos los inmigrantes venidos a menos en una realidad que los expulsa: alemanes venidos a menos, ingleses de capa caída (por el lado Délano), hijos de un pasado mejor, pero inexistente, poblado de fantasmas: la Quinta Mc Clure, donde jugó Lihn de niño, en los últimos momentos de una gloria familiar imposible. Una quinta con el mármol ya desvencijado, con las últimas muñecas de porcelana rotas, con apariciones, con un tío médium, con un bisabuelo que nunca pudo aprender bien el español y que anticipaba ese “todas las lenguas extranjeras me inspiran un sagrado rencor” de un poema de Lihn.

Mi abuelo perdió a sus amigos con la quiebra familiar y él era un ser fantasmal, como lo serían todos sus hijos y como lo somos, de una manera u otra, los nietos de esta saga familiar un poco triste, pero redimida por esta voz única en la poesía hispanoamericana que nos hace sentir que estamos condenados a la irrealidad, y que todo intento por “instalar” el “Yo” o un pequeño negocio están condenados al fracaso y la pérdida. Lihn nos enseña a vivir en esa precariedad, sin resentimiento ni falsas ilusiones.




daniel rojas pachas

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