Enrique Lihn: RECUERDOS AL AZAR |
15-06-2004 Críptico para algunos, deslenguado para otros, Enrique Lihn fue uno de los escritores más desinstalados de Chile. Viajero de por vida, pasó por Francia, Cuba y Estados Unidos, países donde fue considerado como una de las voces poéticas más importantes del continente. ?Pero quien es este melenudo? ?Este chascón? Alega el padre de Jorge Edwards cuando ve entrar a su casa a uno de los amigos de su hijo. Es Enrique Lihn, un joven de figura fantasmal que se cubre de pie a cabeza con un amplio abrigo verde. Los acompañan otros estudiantes, y juntos planean terminar en el hogar del escritor, una reunión comenzada en el Parque Forestal de Santiago. La histeria y sorpresa del padre de Edwards desaparecerían con el tiempo, pues cada vez los jóvenes se reunirían con más frecuencia en el lugar, hasta convertir la casa en el centro de operaciones de un grupo de impetuosas e inquietas mentes. Es la década del 40' y Enrique Lihn daba sus primeros pasos como escritor. Había ingresado a los 12 a?os a
NACE EL ESCRITOR
Con una prematura vida bohemia, el poeta comenzó a perfilar su trabajo lejos del poder político, social y cultural de Chile, distancia que lo instaló como uno de los escritores más rebeldes e independientes que han florecido en el país. Así es como en 1949 publica su primer libro de poemas "Nada se Escurre" y al poco tiempo realiza las primeras charlas sobre la obra de Nicanor Parra, encuentros donde se inició en dupla con su compañero de delirantes e ingeniosas empresas, Alejandro Jodorowsky. Varios recuerdos de locuras juveniles son los que guarda su amigo Jorge Palacios. Uno de esos episodios lo vivieron Valparaíso, cuando después de una fiesta en Santiago, ambos amigos viajaron al puerto con sus respectivas conquistas. Una vez instalados en el hotel, la invitada de Enrique se negó a compartir el lecho con el escritor, y pretendía que ambos hombres durmieran juntos. Ante los argumentos de Lihn, finalmente ella cedió, no sin antes exigirle que dejara sus zapatos fuera del cuarto. Al día siguiente, estos por supuesto ya no estaban en el lugar acordado, y "tuvimos que fabricarle un par de pantuflas con páginas de El Mercurio, que atamos con cordel a sus canillas". Así desplazándose con gran dignidad "el poeta caminó hasta la estación de ferrocarriles, indiferente a las risas y el asombro de los ciudadanos".
EL POETA SIN TERRITORIO
La irreverencia de Lihn tampoco estuvo ausente mientras vivió en el extranjero, así lo recuerda Palacios, "juntos irrumpíamos en los bares y restaurantes de París increpando a los asistentes con sendos garabatos chilenos. La diversión nos duró hasta que se nos apareció un español con el humor de un bailarín cojo, que saltó de su asiento gritando y gesticulando; 'Hostias...a quien insultan los muy cabrones!' ". Después de su estadía en el país galo, Lihn se trasladó a Cuba, donde se desempeñó como columnista en la revista Casa de las Américas, labor en la que fue reconocido como una de las voces poéticas más importantes del continente. Al poco tiempo de publicar "París, Situación Irregular" se fue a Nueva York, específicamente a Manhattan, lugar donde realizó varias charlas junto al también escritor Pedro Lastra, encuentros que terminarían publicados bajo el nombre de "Conversaciones con Enrique Lihn". En 1978 publicó su segunda novela, "El Arte de Su amigo Jorge Palacios aun recuerda el último encuentro que tuvo con Lihn, antes de que este muriera en 1988; "invitamos a una chiquillas a beber con nosotros, sin embargo luego de un rato ellas abandonaron el lugar. Con Enrique a razón de llevar nuestro machismo hasta las últimas consecuencias, las tomamos en brazos y emprendimos la retirada. Una vez depositadas en la vereda nos propinaron sendas cachetadas y se mandaron a cambiar... allí estábamos con el flaco, cuando frente a nosotros pasó lentamente un camión. El poeta, al instante, ante mi más completo asombro me hizo un gesto de adiós con la mano y corriendo a grandes zancadas, dio un salto girando en el aire para caer de espaldas sobre la plataforma vacía del camión. Y así tendido, de cara al cielo, con los brazos abiertos en cruz, lo vi perderse Alameda abajo, con destino desconocido".
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