Lihn v/s Valente: cuando el crítico quiso dar la extremaunción al poeta

Lihn v/s Valente: cuando el crítico quiso dar la extremaunción al poeta

La Universidad Diego Portales rescata una de las obras mayores de Enrique Lihn, La Pieza Oscura. Publicado en 1963, el libro fue ignorado por el crítico, alias del sacerdote José Miguel Ibáñez Langlois, con quien el poeta sostuvo una larga enemistad, agudizada durante el régimen de Pinochet. Pero a última hora, poco antes de su muerte, el cura se arrepintió. Esta es la historia.

Andrés Gómez Bravo

En junio de 1988, Enrique Lihn le escribía a Germán Marín, entonces exiliado en Barcelona: "El cáncer pasó del riñón a los pulmones y está quién sabe en qué otros huesos. Los exámenes no concluyen aún, pero la quimioterapia va. El correlato subjetivo de esta catástrofe vulgar -la muerte- es menos pésimo. Estoy trabajando mucho, quizás eso signifique ganas de vivir, que, según la convención, ayuda a hacerlo. Yo, como el maestro, no creo en nada, por lo cual acudo a lecturas filosóficas que tanto confirman la duda sobre la verdad".

Lihn, acaso el poeta más gravitante de la generación del '50, estaba gravemente enfermo. Escribía Diario de Muerte -que sería su libro póstumo- y entraba a su último mes con vida. Aunque no creía en nada, una mano piadosa se ofreció a prepararlo para la muerte.

El intermediario fue el escritor y crítico Antonio Avaria. Lihn vivía entonces en el tercer piso del edificio ubicado en Passy 061, entre Vicuña Mackenna y el Parque Bustamante. Avaria fue a hablar con él, pero no pudo cruzar la puerta. En la escalera lo detuvo Adriana Valdés, pareja de Lihn, que lo acompañó en sus últimos días.

"Yo le expliqué que el cura José Miguel Ibáñez (Langlois) quería darle los últimos sacramentos a Lihn. Que estaba dispuesto a visitarlo en su casa", recuerda Avaria. "Pero ella respondió que cómo podía tener esa falta de tino, que era el colmo. Que el cura había ninguneado a Lihn y que encima quería tener la satisfacción de verlo muriéndose", agrega.

La oferta de Ibáñez, quien mantuvo una relación polémica con el poeta, no fue aceptada.

Inapropiado

Con su seudónimo Ignacio Valente, José Miguel Ibáñez Langlois ejerció una suerte de monopolio crítico durante el régimen militar. Y Lihn se opuso a su magisterio. "El cura fue injusto con Lihn, siempre lo ninguneó y después quiso darle la extremaunción. Nunca ha tenido la nobleza de reconocer que fue egoísta con él", dice Germán Marín.

Pero Ibáñez Langlois tiene otra versión de la historia. "Yo tuve una excelente relación con Enrique Lihn. Una sola vez él se quejó, cuando no tomé en cuenta uno de sus libros y pensó que lo estaba omitiendo", afirma.

Desde la residencia Alborada, del Opus Dei, Ibáñez acusa falta de tiempo para hablar sobre el tema. Y refuta los dichos de Avaria: "Es una estupidez... Eso es imposible, porque yo no estaba en Chile". Sin embargo, numerosos escritores desmienten a Valente y confirman esta historia inédita.

El crítico Federico Schopf vio al poeta a diario en sus últimos meses y corrobora la versión de Avaria: "Lo sé de primera fuente. No era una forma de acercarse a Lihn, sino de apropiarse de él. Ibáñez ofreció sus servicios y Adriana Valdés dijo que no, porque era inapropiado dada la trayectoria de Lihn. Las creencias de Ibáñez de ninguna manera se relacionaban con Lihn".

Es más: aunque eran primos lejanos, ambos tenían posiciones estéticas y políticas opuestas.

La Pieza Oscura

La historia sale a relucir a partir de la nueva edición de La Pieza Oscura, realizada por la Universidad Diego Portales. Publicada originalmente en 1963, es una de las grandes obras de Lihn y una de las piezas claves de la poesía chilena.

"En 1963, el año de Rayuela y La Ciudad y los Perros, se publicó La Pieza Oscura, el tercer libro de Enrique Lihn", escribe el mexicano José Emilio Pacheco. "Desde el comienzo se establece un tono de voz que en adelante reconoceremos siempre como rasgo particular de Lihn, y en este sentido, incomparable e inimitable", agrega.

"La Pieza Oscura significó la instalación de un tipo de escritura que podría llamarse el lirismo crítico", afirma Federico Schopf. "Recupera elementos líricos, pero desde una perspectiva irónica y sarcástica. Lihn es el primer poeta propiamente urbano de la poesía chilena y el primero que escribe con autonomía a partir del horizonte de expectativas que abrió la antipoesía de Parra", añade.

Sin embargo, y a excepción del diario El Siglo, los críticos de entonces no acusaron recibo, incluido por cierto Ibáñez/Valente.

Situación irregular

La estatura de Lihn como poeta creció con sus siguientes obras (en 1966 gana el premio Casa de las Américas de Cuba), pero el golpe militar afectó su trayectoria. Aunque fue partidario de la UP, su actitud crítica le creó enemigos en la izquierda. Y tras el 11 de septiembre del 73, se quedó en Chile y se convirtió en detractor del régimen.

"Mientras Enrique era admirado en todos los círculos y viajaba invitado a España, México y Estados Unidos, en Chile no tenía resonancia pública. Era el peso de la dictadura", dice Marín.

Al mismo tiempo que Valente ejercía un magisterio sin contrapeso en la crítica local, Lihn pasaba a un segundo plano. "Enrique era un crítico del gobierno militar y un crítico a cualquier fundamentalismo", señala Schopf. "Valente tuvo reticencia en reconocer la significación de su obra. Enrique me comentó que se sentía ninguneado por Valente. Seguramente está muy ocupado haciendo clases de marxismo a la Junta Militar, me dijo".

En forma simultánea, Valente consagraba a autores disidentes como Raúl Zurita. "Elevó a Zurita y a poetas menores y eso hacía enfurecer a Enrique", añade Marín. Las diferencias entre ambos estallaron en 1983. Lihn preparaba un artículo titulado Valente o la Crisis de la Crítica Literaria en Chile cuando aquél publicó Sobre el Estructuralismo, un libro que desacreditaba esa escuela. Lihn respondió con otro libro: Sobre el Antiestructuralismo de José Miguel Ibáñez Langlois.

"Se trata de una reacción y una protesta ante la dictadura metafórica representada por el crítico literario de El Mercurio, quien 'corta el queque' en su materia, en un período que ha anulado el pluralismo", dijo el poeta.

Según Lihn, "un poema para Ibáñez es importante en la medida que confirma la Biblia". Valente rechazó sus acusaciones y aseguró elegir "las obras que comento por la calidad literaria".

Pero el poeta no disminuyó sus ataques: "Valente, antes que un crítico literario, es un ideológo de ultraderecha en el poder".

Lihn moriría el 12 de julio de 1988, a los 58 años. Al año siguiente, apareció su libro póstumo. Entonces escribió Valente: "Su propia agresión me obligó a callar mi admiración por su obra: cualquier elogio, en esas condiciones, hubiera parecido como arrancado por chantaje. Hoy su Diario de Muerte pone paz entre nosotros, y recupero la libertad para enaltecerlo".



daniel rojas pachas

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