Por Alejandro Jodorowsky
Enrique Lihn estudió pintura desde temprana edad, porque su tío era director de la Escuela del Museo de Bellas Artes, por eso sus estudios secundarios los terminó en la escuela nocturna. Luego, cuando ambos teníamos 20 años, realizamos obras de teatro en la casa central de la Universidad de Chile.
Hicimos una obra de García Lorca, también “Los cuernos de don Friolera”, de Valle Inclán, además de nuestras propias obras. El primer dinero que ganamos lo gastamos en arrendar una victoria con dos caballos muy veloces. Entonces, mientras avanzaba por las calles de Santiago, nosotros corríamos tras ella para celebrar la victoria.
“El Flaco”, como le decíamos, era muy severo, no paraba de leer, era de una exigencia formidable. Lihn tenía un lema, “amor y cultura”, decía que era lo único que le interesaba. La última vez que lo vi fue en París, fuimos al restaurante La Coupole, donde se reunían los artistas de la época; ahí llegó una amiga, que se llamaba Nathalie, se miraron y desaparecieron. Lihn fue mi gran amigo y maestro, todo lo que sé de poesía lo aprendí de él.
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