ISABEL RAWSTHORNE
Dios escupió y el hombre se hizo
El hombre eyaculó y el esqueleto cartilaginoso
de una mujer llamada Isabel Rawsthorne apareció en una
calle del Soho
charcos de carne membranosa transparentándose en lechos
clínicos.
Isabel Rawsthorne, esqueleto cartilaginoso de las calles del
Soho
Una cara como un vómito
como una plasta que el ordeñador sanguinolento de lo real
pisotea con sus patas de vaca.
En el prado crece la hierba como los pendejos en el pubis de
Isabel.
La hierba que crece en el pubis del prado
embetunada de semen
bajo esas dos figuras
charcos de carne membranosa transparentándose en lechos
clínicos.
En el lecho nupcial —una mesa de operaciones—
figuras que se entrelazan como bisturíes de carne
La boca abre su corola dentada.
El rojo de la boca coronado de dientes
el ano dentado de la boca como un birrete de obispo.
Pienso en Isabel Rawsthorne para exorcizar la asfixia
de la que ella, en una calle del Soho, es un emblema aproxi-
mativo
con su carne eyaculada por el pincel de Francis Bacon.
VILLA CANCER
Su nueva casa no es todavía la muerte pero tampoco comunica ya por ningún
poro con el exterior
puertas y ventanas dibujadas por Francis Bacon
Villa Cancer
de acero inoxidable
aislada del más mínimo grano de tierra por la barrera del dolor.
La vida es, mientras dura, infranqueable.
Ese poco de tierra ausente y húmeda que representa su madre para ella
la compañía que se prefiere con desesperación
entre morfina y morfina.
La muerte que a un lado y otro del presente eterno
sólo puede anunciarse pero no llegar en el tiempo
ni abrir una puerta donde no la hay
ni una ventana pintada por Bacon.
Sólo mamá puede infiltrar su sombra en esa casa de acero
sentar su ausencia desesperada junto a la eternidad de la agonía
Lying figure with hypodermic syringe
separadas ambas por un espejo en el que no se sabe cuál de las dos es
un reflejo:
una imagen proyectada
desde el exterior de esa escena exclusivamente interior.
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