Crítica aparecida en El Diario Ilustrado el día 1956-01-15. Autor: Hugo Laso Jarpa
Hablar del cielo y ser su nube reina
hablar del sol y ser su diámetro
hablar del mar y ser como una ola,
hablar del fuego con la lengua en llamas…
E. L. “Hablar del cielo y ser…”
Si
 deseáramos situar a “Poemas de este tiempo y de otro”, obra de reciente
 aparición, en un lugar conocido, junto a una referencia o parentesco 
literario, no podríamos hacerlo con justeza. Enrique Lihn, el autor –que
 tiene a su haber otro libro- maneja su estro desde el decir cotidiano 
hecho verso por el arte del poeta y que recuerda el notable rango lírico
 de un Nicanor parra hasta las remembranzas trascendentes de un Miguel 
Arteche. Otras veces, hay como un acercarse a Neruda en la fastuosidad 
intelectual y afectiva del amor, llevándonos finalmente, hacia el 
espíritu monumental de un Herman Hesse que resonará siempre en nuestro 
oído con su poema doloroso del lobo estepario.
Pero
 la diversidad de notas que en Lihn alcanza en ocasiones […] región 
literaria determinada, se funden muy sólida y personalmente en su propia
 y original forma y tendencia que, unido al fondo invariable, 
límpidamente suyo, entregan un valioso mensaje con un sello singular y 
nítido, aunque suele parecer hermético.
El
 escritor vierte su preocupación de manera especial en los siguientes 
planos: Sentimental, Vital, Onírico, Subjetivo y Trascendental.
Preocupación Sentimental:
 El amor fructifica entre imágenes y conceptos sensoriales y no 
afectivos. (Sin perjuicio de que la suma de los dos términos traduzca la
 índole estructural de un poema). Por cierto que hay excepciones 
(“Visible ausencia”). Pero domina en casi todos los trabajos 
clasificados en el plano indicado, la sensación intelectual en el 
sentimiento amoroso puro, estableciéndose, además, la interesante 
consecuencia de que las puertas del conocimiento filosófico se le abren 
al poeta a impulsos, generalmente, de lo sensorial-afectivo (“Celeste 
hija de la tierra”).
Preocupación Vital:
 Acusa un dramatismo sobrio que se desenvuelve más bien en el plano 
escéptico, aunque con esfumadas esperanzas (“Epílogo”) que terminan en 
la nota irremediable. Hay en el libro, a no dudarlo, una huella rebelde y
 negativa que suele llegar a la altivez (“Los Enemigos”), pero con una 
raíz pasiva que impregna los cantos de penosa belleza.
Donde
 el sacudimiento vital, la vibración pasa más deslumbrante al ánimo del 
lector es en “Accidente”. Allí asistimos a una concentración dramática 
que es un extraordinario acierto por la suma irónica y amarga de sus 
componentes psicológicos.
Preocupación Onírica:
 Para Enrique Lihn, lo que en el sueño se contiene, lo que desborda de 
allí, las reminiscencias oníricas que le saturan, tienen en su mensaje 
una importancia fundamental. Acaso presiente en el soñar la entrega de 
la verdad, el secreto de lo absoluto (“Si yo pudiera despertar”). Pero 
traidoramente la vigilia recubre todo de velos quedando solo un 
sentimiento de frustración que se repetirá en otras vivencias.
Preocupación Subjetiva:
 En muchos aspectos, está ligada a la trascendental y las dos a la 
onírica. Pero para aclarar ideas hemos preferido separar siempre que 
ello fuese posible unas preocupaciones de otras, dejando, desde luego, 
establecido que estas no se entregan en ningún caso puras, simples, 
esenciales. Lo sensorial y afectivo es complejo, […] como los conceptos 
que encierran la carga psíquica. En lo Subjetivo, por lo tanto, 
descubrimos no pocos entronques con elementos de otras inquietudes. 
Verbigracia “Obsesión”, que toma lo sentimental como un instrumento para
 expresar su angustia, y cuyo mensaje de superior relieve lírico no 
citaremos fragmentariamente por no malograr la magnífica unidad del 
poema, el que, por sí solo, ubicaría al autor junto a nuestros mejores 
poetas. Lo mismo tal vez puede decirse de “Laberinto”, aunque este se 
desenvuelve en un plano de figuras algo kafkianas de un orden más 
psicológico.
Acaso
 como simbolismo, como indicio para interpretar a toda una generación o 
quizás a varias, debemos destacar “El Miserable” en el que salta la 
futilidad del esfuerzo humano, un titubear que abarca la totalidad de 
nuestro mundo interior. Bastaría con observar los verbos para comprender
 la torturante onda de inestabilidad esencial que recorre al poema: 
venir, arrastrarse, vacilar, hacer-deshacer, preguntar. Es una punzante 
síntesis de lo que significa un drama espiritual cuando (por el 
ordenamiento circunstancial de nuestras vidas), nos detenemos con el 
espíritu agobiado, sin buscarle –como tan agudamente lo indicara Enrique
 Molina- su realización, que sería también la otra de nuestro acontecer 
material.
Preocupación Trascendental:
 Es en el poeta algo básico, casi inherente a su verbo. El tiempo en su 
concepción más honda penetra un poema donde lo efímero juega un rol de 
melancólico patetismo (“En torno a una vieja canción”), y luego, tras 
una pausa, retoma otro (“Continuidad”) en que intuimos al hombre perdido
 en el temporal.
Tales
 vivencias y muchas otras de similar densidad, variadas y cambiantes, 
emparentan a Enrique Lihn con quienes efectúan labor trascendental pura,
 aunque la poesía tiene la ventaja en los afines planteamientos de 
alcanzar el goce estético cuando la imagen o el sentimiento revisten de 
jerarquía artística –como en “Poemas de este tiempo y de otro”- algún 
interrogante o su respuesta.
De
 tal modo, nuestra lírica, un poco escasa de sensaciones ontológicas, se
 tonifica con una sensibilidad del futuro incrustada en el presente.


