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lunes, octubre 15, 2018

“Postales de Manhattan”, de Enrique Lihn (de Al bello aparecer de este lucero)





1

Las excitantes vitrinas de la Avenida Madison
maniquíes calvos que modelan con los vestidos
y los gestos más sofisticados
te citan sin saberlo
en su increíble ignorancia




2

No olvides que soy tu corruptor
Pesas y mides lo que algún maniquí calvo de Madison Ave.
tus tobillos son lo que las muñecas de otras
y tus muñecas caben en un anillo formado por el
pulgar y el índice
Pero de tu belleza sin peso ni medida
falta aquí toda información
porque ninguna, obviamente, la iguala
El corruptor incorruptible
en este punto, tiene la palabra.




3

Buscando un poco de tu cara entre las bellezas de Manhattan
que te citan con la imprecisión a la que tienen derecho
(la ciudad no es pródiga en estos maniquíes vivientes)
soy algo así como el autor de una fórmula
que se siente insuperable
y víctima incomprendida de los plagiarios
condenado a la oscuridad mientras no te declare
¿y a quién y cómo
si no estás hecha, como este poema, de palabras?




4

Busco una aguja en un pajar
a una belleza, en Nueva York, que se parezca a la tuya
Indiferente, por ahora, al juego de las diferencias
al espejo de tu cara en el laberinto de las otras.




5

Harta irrealidad había ya en todo esto
como para que agregáramos, entre nosotros
tamaña distancia
Bajo la nieve, en Manhattan
repito tu nombre y no te conjuro
lo callo y no te exorcizo.




6

Mi incompatibilidad con la máquina
mi incapacidad para leer, incluso en mi propio idioma,
cualesquiera instrucciones
en suma, mi torpeza
ha malogrado todas las fotografías que te tomé
en el zoológico
Ya nunca estarás allí a mediados de enero del remoto
año en curso
ni siquiera en imagen
posando para la condenada Cannon, de espaldas a
monos y elefantes
o aislada en un banco (de piedra) como en un banco
de arena (artificial) algunas de esas aves
acuáticas
que parecen artistas de cine
Ni interpretamos tú y yo esa película muda en doce
tomas recíprocas
Tú en tu amplio vestido tejido del color de tu piel
tú como gacela de Salomón
y yo como el estúpido que malogró esas maravillas.




7

Tú y yo no somos más que palabras
Nuestros nombres no le dicen nada a nadie
identidad ilusoria de cada cual
Es la especie eterna la que nos ofrece la oportunidad
del amor
valiéndose, casualmente, de nuestros cuerpos
Se lo agradeceríamos si un protocolo así
tuviera el menor sentido
Mejor callar
olvidados de las formas pronominales
como de meros espejismos lingüísticos.




8

A la pinta


No te involucres
en la frivolidad con que te pinto
Es cosa mía, hazme el favor.




9

La mar de tiempo


No hace un mes que estuvimos allí
en un viaje secreto
Cuando cosas así pasan
mar y tiempo se unen por la partícula de
y la perfección del secreto borra lo que éste guarda




10

Los comandos organizados para tomar por asalto
la mentalidad burguesa
revolucionan la historia pero no cambian la vida
que aburguesa a la más cruenta de las revoluciones
Estas entregan a sus líderes y a sus comparsas
el poder del capital
más el aura –versión burguesa del Misterio-
Las alteraciones, en profundidad, de la vida
nunca dejan de ser superficiales.




11

He sido víctima de un sistema político
Los celos que enceguecieron a mi rival lo han
convertido en un agente de Seguridad.




12

Zoología y religión la llave y la cerradura
están en perfecto acuerdo
en lo tocante a la conservación de la sociedad humana
zoológicamente burguesa
Lo demás: libertad de desfacer los sagrados vínculos
los derechos del corazón y la ilegalidad del divorcio
cosas son que el Orden desbarata a patadas.





en Al bello aparecer de este lucero, 1983


viernes, octubre 12, 2018

Enrique Lihn: Pena de Extrañamiento



No me voy de esta ciudad con la resignación de los visitantes
en tránsito
Me dejo atar, fascinado por ella
a los recuerdos del presente:
cosas que no tuvieron, por definición un futuro
pero que, ciertamente, llegaron a envejecer, pues las dejo a
sabiendas
de que son, tal vez, las últimas elaboraciones del deseo
los caprichos lábiles que preanuncian la vejez.
En una barraca, cerca de Nueva York, el martillero liquidó el
saldo de su negocio
--un stock de fotografías antiguas--
ofreciéndolas a gritos en medio de la risotada de todos:
"Antepasados instantáneos", por unos centavos
Esos antepasados eran los míos, pues aunque los adquirí a vil precio
no tardaron, sin duda, en obligarme a la emoción
ante el puente de Brooklyn
como si Manhattan, que se enorgullece de volatilizar el pasado
conservándolo en el modo de la instigación a desafiarlo
fuera mi ciudad natal y yo el hijo de esos antiguos vecinos de los
que la voz gutural
hace irrisión, y el martillo.

No me voy de esta ciudad sin haber amado aquí
a la mujer que conocí y no conocí ni haber agotado la vida conyugal
reflotando en el negocio de plantas o antigüedades.

La isla dispone de fantasmas artificiales
con que llenar los huecos de la contra-historia
Ellos ocupan en la memoria, con la naturalidad que ésta se permite
en relación a la nada
el lugar de los verdaderos ausentes: caras que vi en las bouffoneries
del Soho
directement angeliques: esas muchachas caídas de la luna a la nieve
vestidas de pierrot y sus acompañantes andróginos
fueron y no fueron mis amigos de juventud
Se congelan lágrimas que son de frío
pero que memorizan, asimismo, a John Lennon
Reconozco la nieve de antaño, que cae
sobre Blecker Street en este día acrónico
mientras se hace de noche a la velocidad simultánea del vuelo de un
murciélago
y pasan películas de mi tiempo en mi barrio.
Como si me retuviera algún negocio en la ciudad
veo a Cary Grant e Irene Dunne
que acaban de morir en una vieja comedia
víctimas del capricho de uno de los primeros automóviles deportivos
(la máquina del glamour)
Sigo sus apariciones y desapariciones
--una cita de Melies en la magia blanca y sonora de Hollywood--
la sorpresa de esta pareja en otro tiempo ideal
cuando el paisaje se espejea en ellos --los transparentes-- por gracia
del celuloide.

Como mis propios fantasmas, esos figurines inverosímiles
evocan, de manera en sí misma realista --alguna época acrónica de lo
imaginario
Son los antepasados instantáneos de los deseos que provocan
en la inocencia total de sus reencarnaciones o desplazamientos
desde su absoluta lejanía en blanco y negro
El beso final no ocurre en la pantalla
sino entre la pantalla y la media luz de la sala
un corte insubsanable en que se juntan y se besan el presente
y el pasado: labios incompatibles
que ninguna comedia puede reunir.
Lo que me ata a la ciudad es todavía más irreal que ese beso
blanco, que connota glamour, escrito en la luz centelleante
(el placer del ojo en el paraíso de la visión artificial)
haciendo el reconocimiento de cómo es lo que no es
hic et nunc, en el Blecker Cinema
Esta ciudad no existe para mí ni yo existo para ella
allí, en ese punto en que los tiempos convergen
bajo la especie de la Duración
Existe para mí, en cambio, en la medida en que logro destemporalizarla
desalojarla, por unos contrasegundos, de la convención que marca el
reloj
con sus pasitos de gato en la rutina del living
Trabajo que Hércules no se soñaba
en franca competencia con la Meditación Trascendental
Si yo lo consiguiera, sentiría apoyarse desaprensivamente en mi brazo
(el de Cary Grant) la mano enguantada
pronta a desaparecer, de una muerta: Irene Dunne
--Frisson nouveau-- y entre la pantalla y la media luz de la sala
(borrado ya del tiempo el día de mi partida:
dos de enero de mil novecientos ochenta y uno)
Se tocarían (no) como para cualesquiera de los espectadores
--gatos descongelados en el invierno de Nueva York--
pasado, presente y futuro
en una unidad de medida que reúna esos tiempos incompatibles
para ellos y para mí, pero no para ellos: los veros vecinos de
Washington Square.
A diferencia mía ellos permanecerán, de hecho, en la ciudad, con el
aval de sus antepasados
a quienes, a lo mejor, pusieron en subasta
por unos centavos
y que yo mismo adquirí en una barraca.
De una memoria de la que mi memoria se hace cargo
en la borrada fecha del dos de enero, mi cuerpo tomará el avión
para hacer, en los meros hechos, de algunas calles cuyos nombres ya no
recuerdo
y de ciertos rincones que nadie volverá a ver
recuerdos sin objeto ni sujeto
Eso en lo que concierne a mi cuerpo, mientras el invisible ciudadano
de esos rincones y esas calles
tan innotorio como lo son, al fin y al cabo, entre sí
diez millones de habitantes
seguirá aquí, delegado por la memoria
que llega a la aberración y toma entonces
no sólo la forma de mi sombra:
mi existencia hecha de algo que se le parezca
Ese doble abrirá en mí un hueco que yo mismo no podría llenar
con las anotaciones de mi diario de viajes
No me proporcionará los estímulos a los que necesite responder
cuando me pregunten en mi pueblo por la Megalópolis
Vivirá en mí de ella, simplemente, como el huésped del mesonero
coadyuvando a que mi vida sea
una versión del discours sur le peu de realité
Porque la realidad estará allí donde ese parásito del ser se pasée
gozando de su inanidad
en tanto miseria sonora de estos versos y más allá del lenguaje
y de la vida que me sustraiga mañana cuando como un cuerpo sin la
mitad de su alma
despojado del terror que fascina, habite
en cualesquiera de esas medio-ciudades, defectuosas copias de
Manhattan
y, por lo tanto, ruinas --nuestros nidos--
antes, después y durante su construcción
algunos de mis puntos de destino
cuando me vaya y no me vaya de aquí.



lunes, octubre 08, 2018

Pascuas en Nueva York (poema Enrique Lihn)

Poemas de Enrique Lihn

Pascuas en Nueva York (poema de Enrique Lihn)


Momentos antes de que el aire se congelara
por las chimeneas del Village brotaba delicadamente el humo moldeado
por manos de artistas y a la luz del sol de hielo resplandeciente
se operaban las cristalizaciones preliminares:
charcos y esputos.

Las excepciones confirmaban la regla, no se veía ni un alma
salvo las que, vestidas de cuero y lana, paseaban sus perros inquietos
por la inminencia de la catástrofe
Y se veía al poeta de turno
aunque no dejara de pasar desapercibido
Las palomas imitaban en el vuelo a los murciélagos con un zigzagueo
/histérico y ciego
y él dobló no sabía qué esquinas, una y otra vez
porque estaba de paso en la ciudad y ella lo había seducido:
la cara blanca espolvoreada de hielo, los labios amoratados
sedientos de rouge, aguardiente y drogas.

Empezaba el día de la navidad hundido en el incógnito de
/las humaredas artísticas
que brotaban de las casas como avalanchas de nieve azotadas por el sol
y de las chimeneas gigantescas
Había hombres diminutos y perros mínimo
pero en un número tan escaso que alguno de esos paseantes
podía inspirar una desconfianza sobrenatural.

El poeta bien abrigado que lloraba de frío -copos en lugar de lágrimas
era un vidente: olfateaba la catástrofe
y tenía adicción perruna al callejeo
Descendió, pues, en la calle cuarenta y dos a los infiernos
la Gran Estación Terminal retiene allí en sus concavidades marmóreas
/un resto de calor
y lo redistribuye entre los desventurados:
viejos y agonizantes que fingen esperar el tren entredormidos
/sobre las bancas
que parecen lápidas
Se bajó el Metro vacío, terrible de no ocupantes
por equivocación en la catorce street
En una de las bocas tapiadas del Metro tuvo, antes de huir,
/la entrevisión
de una muchacha que parecía un pierrot, vestida de harapos negros
a la espera de un viejo pascuero de las postrimerías del mundo
con su saco de heroína

Por las chimeneas brotaban nubecillas de nieve, en las vitrinas
/se congelaban
los desperdicios del veinticuatro de diciembre
(regalos para el próximo milenio)
En los cines sin nada pasaban películas de terror
Entró a uno de ellos, pero lo aterrador era el frío;
/lo emocionante estar allí
en la misma ciudad en que el operador ausente proyectaba
/en la pantalla
simulacro en blanco y negro
una maquette de Manhattan flotando en una palangana de agua helada
que emitía un resplandor boreal para luego desaparecer en él.

La película era muda como el poeta y la muchacha vestida de negro que
le devolvió, por fin, la mirada en la oscuridad
Una mirada obviamente glacial, un cuchillo que podía desprender
/el alma del cuerpo
sin dolor
la boca un escupo de sangre lanzado sobre el petrificado montón
/de nieve y todo eso
que significaba graciosamente el horror.

Al salir del cine sin haber conseguido romper el hielo que lo separaba de todo
vio cómo el aire convertido en un solo bloque
oscilaba de un lado para otro, aunque este fenómeno pasara desapercibido
pues el cielo estaba más que transparente
Y se dispuso a participar de la congelación general.





sábado, octubre 06, 2018

CISNES poema y lectura de Enrique Lihn








CISNES

Miopía de los cisnes cuando vuelan,
bien alargado el cuello, bien redondos
y como si empuñaran la cabeza.
Pero aun así no pierden, ganan otra
forma de su belleza indiscutible
estas barcas de lujo de Sigfrido
bajo cuyas pesadas armaduras
tomaron el camino de la ópera
sin perder una sola de sus plumas.
La poesía puede estar tranquila:
no fueron cisnes, fue su propio cuello
el que torció en un rapto de locura
muy razonable pero intrascendente.
Ni la mitología ni el bel canto
pueden contra los cisnes ejemplares.


martes, octubre 02, 2018

Poema Navidad [audio en voz de Enrique Lihn]




(ilustración de Enrique Lihn)


NAVIDAD

¿Tendremos el valor de reunirnos esta noche
padres y herrnanos, la novia que no tiene a donde ir, el vecino
        cordial?
Y el buen amigo de la infancia —qué sería de ella sin él—
        ¿encontrará esta noche
el buen camino entre su corazón y el nuestro?
El cardo ha destronado a los niños que fuimos y fantasmas perdidos
         en el reino del cardo
buscamos una calle en el desierto, la calle de la infancia,
el buen camino entre el polvo y nosotros,
nuestras lágrimas en los charcos de agua pantanosa.